jueves, 25 de diciembre de 2008

Polartec

Siempre buscaba ropa nueva para sus astutos juegos eróticos. No le importaba entrar en un probador cargada de ropa para sentir el tacto de los diferentes tejidos y obtener una llamarada de placer al notar la textura sobre su piel.
Tal era su grado de búsqueda de placer con la ropa que llegó a pagar los 3000 euros por un abrigo de piel natural para sentir su tacto y notar como su cuerpo se excitaba cada vez más y más. Tal era la excitación del momento que llego a manchar la prenda en uno de sus ataques de lujuria incontrolada y cuando la llevó a limpiar sintió tanta vergüenza que no volvió por la tienda a recoger su preciado abrigo.
Su última aventura, tras el crack económico, fue descubrir los tejidos sintéticos de Polartec. Se recorrió la planta de alta montaña de unos grandes almacenes para notar como ese tejido sintético despertaba sus peores instintos sexuales.
Lo mejor de ese nuevo tejido, era que cuando excitaba su rasurado sexo con él y lo excitaba al máximo, lo podía lavar con la absoluta confianza de la intimidad y sabiendo que cada vez se hacía más suave y placentero. Jamás pensó que ese tejido sonrojara de manera efectiva sus pálidos pezones y los pusieran listos para tener una relación sexual sucia y placentera.
Descubrió los guantes de tejido de Polartec, los cuales fue un complemente básico en para las caricias que regalaba por su cuerpo. En este caso prefería estrenarlos, ya que por apenas 6 euros se regalaba el mayor placer existente. Tejido suave y cálido que daba el placer demandado. Levantaba todas las terminaciones nerviosas de su pecho con esos guantes, generalmente, con los guantes de colores chillones. Mientras que para su pálida entrepierna rasurada al milímetro, prefería, unos guantes negros de Polartec que la hacía sentir un placer más elegante y sofisticado.
Lo mejor de ese nuevo tejido era la versatilidad que le daba en el día a día, era capaz de absorber sus deseos sexuales, como salir a la calle con una chaqueta de Polartec sin nada debajo, sin dejar rastro de la excitación de sus pezones y notando mientras estos estaban cálidos y excitados como se filtraba lágrimas de aire frío que aumentaban aún más su placer.
Descubrió que la polivalencia y cutrez de ese tejido la hacía más feliz que las altas señoras de la sociedad cosmopolita con sus caros abrigos. Mientras si caro abrigo pagado a golpe de tarjeta de crédito descansaba en un oscuro almacén.