Estaba trabajando cuando el teléfono móvil empezó a vibrar, señal que había recibido un mensaje de texto. En el mensaje de texto de ella se podía leer “me acabo de levantar, te echo de menos, voy a la ducha, me lo pasaré genial con los chorros calentitos de agua”.
Continué trabajando, aunque cada vez me concentraba menos y me imaginaba su cuerpo cubierto de pequeñas gotas de agua, de espuma de jabón que se deslizaba por los generosos pechos, el pelo pegado a la espalda y el vapor empañar el espejo. Me la imaginaba excitada con el calor del agua y como jugaba con los chorros de la ducha dirigiéndolos a su sexo.
Tras unos momentos de descanso, vuelta a la rutina, pero otra vez el teléfono móvil volvió a vibrar. Lo busqué y leí el nuevo mensaje de texto: “Después de la ducha, me estoy depilando el sexo para que puedas comprobar lo suave que puede ser”. La mañana se estaba complicando, la concentración decaía por instantes mientras mi imaginación jugaba con las curvas del ratón como si masajeara un sexo femenino perfectamente depilado.
La mañana poco a poco fue normalizándose, incluso pude sacar adelante los proyectos asignados para la jornada laboral. Poco antes de salir del trabajo el móvil volvió a vibrar. El mensaje nuevo decía lo siguiente: “Te espero desnuda en la habitación, estoy deseando que me hagas el amor, no te entretengas con las putitas de tu trabajo”.
Salí del trabajo sin despedirme de nadie, entré en el coche y salí rápidamente. Durante el camino cometí varios fallos producidos por la falta de concentración. En el garaje la cosa no mejoró y el coche quedó mal aparcado y el tiempo pasado en el ascensor se eternizó mientras notaba que algo crecía en el pantalón.
Entré en casa, dejé en el pasillo la bolsa del trabajo y las llaves. Me descalcé y me dirigí hacia el dormitorio. Allí estaba ella, recostada en la cama, desnuda, leyendo y con las piernas bien abiertas. Se podía intuir perfectamente la suavidad del sexo, ayer era un sexo peludo y hoy estaba liso, suave, apetecible…
Me acerqué, la bese en los labios y rápidamente me acordé de los mensajes. Apoyé mi cara cerca de su sexo depilado y empecé a lamerlo lentamente. La lengua se deslizaba perfectamente, sin ningún tipo de incómodo roce, el apurado era perfecto. Pasados unos minutos, el sexo se fue abriendo poco a poco y mi lengua fue traspasándolo, una y otra vez, mientras notaba como sus muslos se agitaban y comenzaba a arquear la espalda contra la cama.
Seguí lamiéndolo, insistía, quería que se corriera en mi cara, pero ella se negó, quería que también disfrutara. Así que me quitó la ropa rápidamente y con el sexo humedecido aún se colocó encima de mí. Comenzó a moverse lentamente acomodándose poco a poco, gimiendo poco a poco y marcando los movimientos lentamente.
Sus pechos empezaron a agitarse, mientras que sus manos se apoyaban en mi pecho. Comenzaba a cambiar la expresión de su rostro, primero eran gestos agradables, luego entre gemido y gemido el rostro parecía que sufría, sufría de placer.
Aumentó el ritmo, tanto que veía como sus caderas cada vez subían más y que bajaban con más fuerza que al principio. Los gemidos suyos y míos fueron en aumento, hasta que al final se acabaron mientras nos corríamos mutuamente en su sexo suave y recién depilado.
Continué trabajando, aunque cada vez me concentraba menos y me imaginaba su cuerpo cubierto de pequeñas gotas de agua, de espuma de jabón que se deslizaba por los generosos pechos, el pelo pegado a la espalda y el vapor empañar el espejo. Me la imaginaba excitada con el calor del agua y como jugaba con los chorros de la ducha dirigiéndolos a su sexo.
Tras unos momentos de descanso, vuelta a la rutina, pero otra vez el teléfono móvil volvió a vibrar. Lo busqué y leí el nuevo mensaje de texto: “Después de la ducha, me estoy depilando el sexo para que puedas comprobar lo suave que puede ser”. La mañana se estaba complicando, la concentración decaía por instantes mientras mi imaginación jugaba con las curvas del ratón como si masajeara un sexo femenino perfectamente depilado.
La mañana poco a poco fue normalizándose, incluso pude sacar adelante los proyectos asignados para la jornada laboral. Poco antes de salir del trabajo el móvil volvió a vibrar. El mensaje nuevo decía lo siguiente: “Te espero desnuda en la habitación, estoy deseando que me hagas el amor, no te entretengas con las putitas de tu trabajo”.
Salí del trabajo sin despedirme de nadie, entré en el coche y salí rápidamente. Durante el camino cometí varios fallos producidos por la falta de concentración. En el garaje la cosa no mejoró y el coche quedó mal aparcado y el tiempo pasado en el ascensor se eternizó mientras notaba que algo crecía en el pantalón.
Entré en casa, dejé en el pasillo la bolsa del trabajo y las llaves. Me descalcé y me dirigí hacia el dormitorio. Allí estaba ella, recostada en la cama, desnuda, leyendo y con las piernas bien abiertas. Se podía intuir perfectamente la suavidad del sexo, ayer era un sexo peludo y hoy estaba liso, suave, apetecible…
Me acerqué, la bese en los labios y rápidamente me acordé de los mensajes. Apoyé mi cara cerca de su sexo depilado y empecé a lamerlo lentamente. La lengua se deslizaba perfectamente, sin ningún tipo de incómodo roce, el apurado era perfecto. Pasados unos minutos, el sexo se fue abriendo poco a poco y mi lengua fue traspasándolo, una y otra vez, mientras notaba como sus muslos se agitaban y comenzaba a arquear la espalda contra la cama.
Seguí lamiéndolo, insistía, quería que se corriera en mi cara, pero ella se negó, quería que también disfrutara. Así que me quitó la ropa rápidamente y con el sexo humedecido aún se colocó encima de mí. Comenzó a moverse lentamente acomodándose poco a poco, gimiendo poco a poco y marcando los movimientos lentamente.
Sus pechos empezaron a agitarse, mientras que sus manos se apoyaban en mi pecho. Comenzaba a cambiar la expresión de su rostro, primero eran gestos agradables, luego entre gemido y gemido el rostro parecía que sufría, sufría de placer.
Aumentó el ritmo, tanto que veía como sus caderas cada vez subían más y que bajaban con más fuerza que al principio. Los gemidos suyos y míos fueron en aumento, hasta que al final se acabaron mientras nos corríamos mutuamente en su sexo suave y recién depilado.