jueves, 26 de mayo de 2011

Pearls

Se puso el collar de perlas, el sonido que producía al chocar las perlas le encantaba, se lo colocó y desnuda se asomó al espejo para ver que tal le quedaba sobre su cuerpo. Le gustó la imagen reflejada, le pareció sensual a pesar de ser una joya antigua poco usada por la juventud hoy en día... Tumbada comenzó a contar las perlas y hacer dibujos sobre sus pechos, también pasó el collar entre sus labios queriendo comprobar lo que contaban sobre si las perlas falsas o verdaderas hacen rechinar los dientes... Humedecidas las perlas volvió a pasarlas sobre sus desnudos pechos y dejar un ligero rastro sobre ellos.... También se acordó de las eróticas historias orientales en las cuales los collares de perlas servían para masturbar a las damas de la alta sociedad... Cogió el collar por los extremos, clavó las rodillas separadas sobre la cama y se imaginó como sería masturbarse con un collar de perlas... entre sus piernas tenia el collar y desde atrás hacía adelante comenzó aplicar un lento movimiento acariciando sus labios... al principio no notó nada salvo calor por el roce de las perlas... luego notaba como se humedecía y como poco a poco las perlas iban surcando sus hinchados labios generando más placer según aumentaba la intensidad, la profundidad y la rapidez...

sábado, 14 de mayo de 2011

Caricias

Rodeaba tus pezones mientras disfrutaba mirando como cerrabas los ojos para concentrarte mejor... Tu respiración se agitaba más mientras seguía acariciando tu pecho y notando cada vez más duros tus pezones... Comiendo a morder tu cuello mientras tanteo tu boca con mis dedos que empiezas a lamer... y que luego notas como esos dedos humedecidos comienzan a bajar hasta acomodarse en tu entrepierna mientras suspiras....

domingo, 1 de mayo de 2011

A contrapelo

Se levantó vigorosa de la pequeña siesta, sentada al borde de la cama deslizó su delicado tanga por sus muslos hasta que se fue resbalando hacia abajo pasadas sus rodillas. Se recreó mirándose el sombrío pubis y con decisión se fue al baño. Allí llenó una antigua palangana metálica con agua caliente, cogió un par de toallas impolutas, una pastilla de jabón y la cuchilla de afeitar. Se aposentó sobre las toallas blancas, con las piernas bien separadas y colgando de los gruesos brazos de un sillón orejero desvencijado. Hundió la pastilla de jabón en la cálida agua de la palangana y comenzó a frotar su entrepierna hasta ocultarla trás una fina y transparente espuma. Sumergió la cuchilla en el agua, pasó instintivamente su dedo entre las hojas afiladas y comenzó la operación minuciosa. Escuchaba los pequeños sonidos característicos del rasurado y luego el acuático sonido de la cuchilla agitándose en la palangana. Con una mano estiraba, con la otra rasuraba, así hasta dejar limpia la superficie de toda sombra oscura, limpiaba con agua cada antiguo rastro y observaba con deleite su obra. Con un poco de crema hidratante mejoró la operación realizada, dejando la superficie suave y gustosa que decidió probar in situ.