martes, 29 de diciembre de 2020

Azafrán

 Azafrán era el color favorito de su ropa interior. Siempre que quería desear y sentir nunca se olvidaba de sus braguitas color azafrán que destacaban sobre el suave vello azabache.

viernes, 21 de febrero de 2020

Domina

Nos disponiamos a mezclarnos con la gente  en el concierto que habías elegido para conocernos y romper el hielo. Aun recuerdo la emoción que tenía y tu aliento entre canción y canción para hablarme al oido mientras se te podía ver un bonito escote marcado por un sujetador negro que elevaba tus pechos. Sabías colocarte bienentre canción y canción, delante, dándome la espalda y marcando mi ropa con tu culo y tus caderas mientras se escuchaba la música. Me cogías las manos y me las hacía pasar por delante de tu cuerpo y hundirlas de manera disimulada en tu entrepierna sabiendo que nadie lo estaba observando en ese momento, estabamos tan cerca el uno del otro que no pude evitar ladear la cabeza e inundar mis pulmones con tu olor que provocaba mi excitación. Acabó el concierto y me hiciste llevarte a tu casa, entre miradas de complicidad mientras te abandonabas en el asiento del coche jugando con el cinturón de seguridad y palpando mi entrepierna entre semáforo y semáforo

En tu casa te sentiste la dueña  de todo el espacio y evitaste las cortesías de enseñar tu dominio o buscar las comodidades habituales a este tipo de encuentros. Desde esa superioridad que te daba su edad, tu experiencia, el dominio del espacio y tu cuerpo deseable, al que le habían caído años, tras un tiempo sin contacto virtual y de intercambio de morbosidades... se impuso tus deseos de disfrutar de manera prioritaria. Y sin contemplaciones me ordenaste que querías el placer que te había negado en todos estos años...

Arrodillado ante ella,  ejercías una fuerte influencia sobre mi persona al ver tus poderosos muslos desnudos, suaves como los habías mostrado en las fotografías. Recorrí tu cuerpo con la mirada buscando con deseo cada unos de los detalles que me habías enseñado y quería notar la temperatura bajo esa piel. Decidiste que el juego de la mirada se acabo y que debería ser tu sumiso y solo pedías en ese sentido que adivinara las necesidades que tenía en ese momento y que si no lo hacía serías tu la que buscaría ese placer que querías tener en ese momento y en ese pasillo mal iluminado.  Viendo en un primer plano el piercing que tenías en tu desnudo ombligo y que brillaba, notaba como tus manos pequeñas y fuerte iban ganando terreno sobre mi cabeza hasta colocarla entre tus piernas aun juntas que marcaban en un triángulo tu sexo recientemente depilado. Me mirabas con altivez desde esa posición, de pie y firme, poniendo de vez en cuando uno de tus pies sobre mis hombre y empujando abajo para tener arrodillado y obligándome a mirarta a la cara previo paso de tu ombligo y de tus pechos aun ocultos por el sujetador.  Cada centímetro que me acercabas con tus manos sobre mi cabeza era un triunfo de tu placer, sobre tu autoestima, tu deseo y tu morbo. Tus manos me obligaban a chocarme sobre tu sexo medio humedecido por mi lengua y tu excitación,  para que  los saboreara con la punta de la lengua en una postura ya difícil y con poco equilibro. Aspiraba aire, cada vez de manera más produnda, mientras con una de tus manos me abrías más el camino para conseguir placer y con la otra apretabas más mi cabeza contra ti notando en algunos momentos de placer debilidad en tus rodillas y en tus muslos. Sabías que quería verte tus pechos, aquellos que eran tan excitantes años atrás y que te recreaste en varias ocasiones en enseñarmelos en primer plano y en todos los estados posibles de excitación. Pero me me negaste ese placer de ver un bonito pezón, porque los tuyos son preciosos,  pero tras el placer final te negaste a conceder ese deseo, habías cambiado y ya no era el sexo débil de antes, ahora disfrutabas sin pensar en la reciprocidad, el tiempo te había hecho así y ahora era difícil cambiarlo por un orgasmo.