La mujer estaba agotada y había tenido un día largo y estresante y lo único que deseaba era sumergirse en un baño caliente y relajante. Cansada, llegó hasta el baño, caminando desnuda por su casa sobre la cálida tarima de madera, sintiendo su suave textura bajo sus pies descalzos.
Se miró en el espejo y suspiró ante el reflejo de años de trabajo y estrés. Pero ese baño prometía devolverle algo de esa juventud perdida y de los nervios en la reforma que había realizado para tener ese baño perfecto. Abrió los grifos y dejó correr el agua caliente, mientras añadía un poco de espuma de baño, sales y todo lo que encontraba apropiado para tener la mejor sensación posible.
Entró en la bañera y se sumergió en el agua caliente y su cuerpo se relajó inmediatamente como si fuera una marioneta. Cerró los ojos y se dejó llevar por la sensación de la espuma suave y agradable que crepitaba y deslizaba por su piel desnuda. Se olvidó de todo, de su trabajo, de sus problemas, del mundo exterior y de los lejanos ruidos de una ciudad. Solo ella, el agua, la espuma, su cuerpo, sus manos recorriendo su cuerpo bajo el agua explorando cada rincón de su cuerpo mientras disfrutaba de la suavidad y tersura de su piel mojada.Se concentró en cada sensación, en cada caricia, en cada roce, dejándose llevar por el placer y la relajación que la bañera le ofrecía, sin prisas y según iba acabando sin pausas y sin preocupaciones cuando en plena agitación el agua se empezó a desbordar.Se vistió y salió del baño, pisando de nuevo la cálida tarima de madera, mojándola ligeramente, pero no le importó porque aun estaba llena de las endorfinas del placer.
Ese baño había sido más que un simple momento de descanso, había sido un respiro necesario y se sentía agradecida por esa experiencia de paz y calma mientras pensaba en descorchar una botella de champagne.