La excitación le produjo un dulce despertar después de una cansada y aburrida jornada laboral. Sintió palpitar su corazón y supo que no era por el mero recuerdo del último sueño que había tenido, sino por las ganas de volverse traviesa en ese estado de tranquilidad. Afuera, la tarde soleada pero fría de los días de invierno, mientras que dentro de la cama, bajo el edredón aún recordaba las notas del perfume que se había puesto por la mañana antes de salir a trabajar.
La repentina excitación había creado un estado de auténtico de condena. No podía levantarse sin acabar con esa excitación que poco a poco iba llegando a cada uno de los rincones de su cuerpo. Estaba completamente prisionera del calor que le venía desde dentro y que quería salir por cada una de las terminaciones nerviosas que recorrían su cuerpo.
Sus cabellos de color negro azabache ocupaban parte de la almohada donde apoyaba su cabeza, estaban estáticos sobre esa almohada cuando la mano derecha empezó a recorrer el pijama cálido de invierno debajo del edredón de plumas. Arrastró su mano por encima de las curvas de su anatomía recordando con su tacto los lugares que más le excitaban con las caricias.
Atravesó la frontera del placer cuando decidió meter las manos por debajo del pijama, cerró los ojos y trato de imaginar su pálida piel bajo el edredón y el pijama mientras jugaba acariciándose por encima del ombligo. Luego decidió subir más hasta tocar el pequeño colgante que caía entre sus dos pechos redondeados y esbeltos.
Acarició con dulzura el nacimiento de los tersos pechos que le había regalado la naturaleza. Desde abajo hacia arriba, sin prisas, recorriendo sus límites y notando la justa dureza que tenían. Recorriendo la curva del pecho como si fueran medias lunas, notando el espacio que había entre ellos, con una extremada delicadeza y precisión.
Poco a poco, según iba acariciando el pecho, noto como iba creciendo los pequeños y sonrosados pezones. La excitación inicial se transformó en una excitación aun mayor y difícil de parar en este mismo instante. El cuerpo pedía más y más y el deseo jugaba malas pasadas. Para acabar con el juego decidió apretar uno de los pezones pero sólo consiguió un pequeño gemido corregido rápidamente por su estricta educación.
Decidió por fin bajar una mano, más y más, por debajo de la cintura. Allí empezó a palpar su entrepierna. Dejo que su dedo corazón explorara la cavidad marcada en su pijama por la entrada de su carnoso sexo excitado. Y le gustó el extraño tacto entre el tejido y el pelo acompañaba esa zona. Mientras su otra mano se aplicaba con el pecho izquierdo y notaba palpitar a gran velocidad su corazón.
Poco después entró por encima de la cintura del pantalón del pijama y empezó a jugar con el jaspeado vello que acompañaba su sexo. Jugaba a enredarlo entre sus dedos, aunque el pequeño tamaño del vello provocaba que siempre se escapara. Luego recordó la suavidad de la cara oculta de sus muslos y decidió recrearse en ellos mientras respiraba profundamente.
Fue rozar los hinchados labios y saber que ya no había vuelta atrás. Quizás era lo mejor, acabar con lo que había comenzado sin sentir la soledad de aquel acto. Dirigió sus dedos hacia la comisura de los labios y comenzó a explorar la zona con extremada suavidad y lentitud.
Poco a poco empezó a brotar de esos labios una ligera humedad que facilitaba sus movimientos con mayor precisión y suavidad. Una humedad sedosa y cálida que la volvió más valiente con los movimientos.
El placer que iba sintiendo iba aumentando el deseo por conocer el final, no se reprimió de utilizar los viejos trucos de cerrar los muslos para aumentar el placer o mover los dedos en círculo mientras aumentaba el calor debajo del edredón. Su mano se volvió hábil, precisa y muy eficaz a la hora de producir el placer que iba necesitando en cada momento. Su cuerpo iba perdiendo la compostura inicial, los cabellos se fueron desordenando encima de la almohada, la espalda se arqueaba y se retorcía continuamente y su cintura de movía hacia los lados buscando el mayor placer posible.La explosión final acabó entre pequeños gemidos continuados, mientras los dedos de los pies se tensaban y arqueaban mientras que los de la mano se relajaban cada vez más sobre ese sexo humedecido. Había descubierto que aunque el sexo era ternura, la intimidad también podía producir uno de los mejores momentos de terrible placer.
La repentina excitación había creado un estado de auténtico de condena. No podía levantarse sin acabar con esa excitación que poco a poco iba llegando a cada uno de los rincones de su cuerpo. Estaba completamente prisionera del calor que le venía desde dentro y que quería salir por cada una de las terminaciones nerviosas que recorrían su cuerpo.
Sus cabellos de color negro azabache ocupaban parte de la almohada donde apoyaba su cabeza, estaban estáticos sobre esa almohada cuando la mano derecha empezó a recorrer el pijama cálido de invierno debajo del edredón de plumas. Arrastró su mano por encima de las curvas de su anatomía recordando con su tacto los lugares que más le excitaban con las caricias.
Atravesó la frontera del placer cuando decidió meter las manos por debajo del pijama, cerró los ojos y trato de imaginar su pálida piel bajo el edredón y el pijama mientras jugaba acariciándose por encima del ombligo. Luego decidió subir más hasta tocar el pequeño colgante que caía entre sus dos pechos redondeados y esbeltos.
Acarició con dulzura el nacimiento de los tersos pechos que le había regalado la naturaleza. Desde abajo hacia arriba, sin prisas, recorriendo sus límites y notando la justa dureza que tenían. Recorriendo la curva del pecho como si fueran medias lunas, notando el espacio que había entre ellos, con una extremada delicadeza y precisión.
Poco a poco, según iba acariciando el pecho, noto como iba creciendo los pequeños y sonrosados pezones. La excitación inicial se transformó en una excitación aun mayor y difícil de parar en este mismo instante. El cuerpo pedía más y más y el deseo jugaba malas pasadas. Para acabar con el juego decidió apretar uno de los pezones pero sólo consiguió un pequeño gemido corregido rápidamente por su estricta educación.
Decidió por fin bajar una mano, más y más, por debajo de la cintura. Allí empezó a palpar su entrepierna. Dejo que su dedo corazón explorara la cavidad marcada en su pijama por la entrada de su carnoso sexo excitado. Y le gustó el extraño tacto entre el tejido y el pelo acompañaba esa zona. Mientras su otra mano se aplicaba con el pecho izquierdo y notaba palpitar a gran velocidad su corazón.
Poco después entró por encima de la cintura del pantalón del pijama y empezó a jugar con el jaspeado vello que acompañaba su sexo. Jugaba a enredarlo entre sus dedos, aunque el pequeño tamaño del vello provocaba que siempre se escapara. Luego recordó la suavidad de la cara oculta de sus muslos y decidió recrearse en ellos mientras respiraba profundamente.
Fue rozar los hinchados labios y saber que ya no había vuelta atrás. Quizás era lo mejor, acabar con lo que había comenzado sin sentir la soledad de aquel acto. Dirigió sus dedos hacia la comisura de los labios y comenzó a explorar la zona con extremada suavidad y lentitud.
Poco a poco empezó a brotar de esos labios una ligera humedad que facilitaba sus movimientos con mayor precisión y suavidad. Una humedad sedosa y cálida que la volvió más valiente con los movimientos.
El placer que iba sintiendo iba aumentando el deseo por conocer el final, no se reprimió de utilizar los viejos trucos de cerrar los muslos para aumentar el placer o mover los dedos en círculo mientras aumentaba el calor debajo del edredón. Su mano se volvió hábil, precisa y muy eficaz a la hora de producir el placer que iba necesitando en cada momento. Su cuerpo iba perdiendo la compostura inicial, los cabellos se fueron desordenando encima de la almohada, la espalda se arqueaba y se retorcía continuamente y su cintura de movía hacia los lados buscando el mayor placer posible.La explosión final acabó entre pequeños gemidos continuados, mientras los dedos de los pies se tensaban y arqueaban mientras que los de la mano se relajaban cada vez más sobre ese sexo humedecido. Había descubierto que aunque el sexo era ternura, la intimidad también podía producir uno de los mejores momentos de terrible placer.
Y es que no debemos dejar de mimarnos a nosotros mismos. No hay nada malo en ello ni es incompatible con nada, sino todo lo contrario.
ResponderEliminarFeliz Año !!
Delicioso,
ResponderEliminarFeliz Año
Gracias por pasarte por mi blog...lei todo lo q escribiste y me encanto...besotes desde argentina...
ResponderEliminarLyz