domingo, 1 de febrero de 2009

Gimnasio

Como era ya habitual desde hacía unos meses, volví a coincidir con ella en el gimnasio. Allí estaba a la misma hora, éramos de los últimos en la sala de musculación. Ella con su habitual atuendo ceñido al cuerpo, apretado, marcando sus formas, sus muslos bien torneados, su vientre liso y los pezones marcados mientras en el escote le brillaba por el sudor que iba cayendo.

Miradas furtivas que nos hacíamos desde hacía tiempo. Siempre que estaba en la bicicleta estática relajando los músculos antes de acabar, ella se ponía hacer muslos en esa máquina infernal que dejaba ver su marcada ingle cada vez que abría los muslos. Sublime visión mientras ella me miraba de reojo y yo apartaba la vista disimulando.

Suponía que no había nadie ya en los vestuarios del gimnasio por la hora. Entre como siempre, me fui a la ducha y al poco rato, escuche un ruido cercano. Me di la vuelta extrañado y allí estaba ella mirándome mientras yo rápidamente trataba de taparme. Tras esa vergüenza inicial note una gran excitación como cuando la veía en la sala de musculación imaginándomela desnuda sobre las máquinas.

Se disculpó con la mala excusa de que el vestuario femenino sufría una avería en las duchas y que pensaba que el masculino estaría ya libre por el tiempo en el que había tardado en abandonar la sala de musculación. A duras penas alcance la toalla para taparme y dejarla que se duchara.

Al poco raro de salir y escuchar el ruido de la ducha, me imagine su cuerpo esbelto cubierto de miles de gotas de agua y el jabón escurriendo por todas sus curvas. Me acerque a la ducha con la tolla enrollada por la cintura y la visión fue sublime.

Su cuerpo estaba de espalda, empapado por el agua, con el pelo pegado por la espalda y el jabón recorriendo su cuerpo y desembocando en un perfecto, redondo y firme culo. Me acerque a ella despacio y la sujeté con firmeza por la cintura y le susurré que no se asustara.

Le gusto tanto mi presencia, que pronto con su brazo consiguió bajarme la toalla y notó como mi pene se había vuelto más firme. Mientras yo le acariciaba los pechos firme y de pezones afilados como consecuencia del agua caliente. Luego poco a poco fui bajando mi mano por su cintura hasta notar la suavidad de su sexo depilado y húmedo.

Alargué la mano lo suficiente como para empezar a masturbarla mientras le llenaba el cuello y los hombros de mordiscos y besos. Mientras ella posaba sus manos en mi culo y me empujaban hacia ella cada vez más y más.

Al poco rato comenzó a gemir y empezó a darse la vuelta mientras me apartaba las manos de su sexo. Se apoyó en la pared de azulejos y bajo los chorros de agua comenzamos a follar mientras ella apoyaba su espalda en la pared y sus piernas rodeaban mi cintura.

La humedad y la excitación del lugar facilitó cualquier esfuerzo en las maniobras realizadas bajo esa ducha. Las sacudidas iban en aumento con una mayor suavidad según pasaba el tiempo. A veces, era más la humedad de los sexos en fricción y no tanto humedad de las gotas de agua las que facilitaba aún más la excitación.

Cuando yo lo metía todo en mi boca, cuando apretaba los labios mientras bajaba lentamente a lo largo de aquel increíble falo y succionaba, él me regalaba una sacudida similar de placer alborotando mi clítoris sin descanso, introduciendo sus dedos en mi vagina profundamente e intentando llegar más allá sin dejar de moverse.

Tras varios amagos y gemidos, las sacudidas finales anticiparon el orgasmo. Todo esto culmino con una ducha rápida limpiándonos los signos de la aventura. Y con una relajación absoluta de los músculos tensionados por el esfuerzo.

2 comentarios:

  1. No hay nada que me exite mas que un buen polvo en un gimnasio..y que malos recuerdos tengo de ellos..

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  2. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

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