Un metal frío, punzante, fino pasó entre sus pechos. No me hacía falta que lo viera para sentir que era un cuchillo. Se puso algo nerviosa cuando lo sintió sobre su piel, imaginando que era el cuchillo afilado que anteriormente había visto cortar las finas rodajas de una naranja... El cuchillo aún perfumado rompió la tela en dos liberando sus pechos y dejándolos libres semi ocultos ante mis ojos....
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario