lunes, 29 de mayo de 2023

Elecciones

 Era un día lluvioso y gris en la ciudad. La lluvia caía con fuerza sobre las calles vacías mientras la gente se preparaba para un domingo de elecciones. Al llegar al colegio electoral mi atención fue capturada por una apoderada preparada para una larga jornada electoral, destacando su cabello rubio y su sonrisa cuando alguien se acercaba a ella, ese tipo de sonrisa radiante que te identifica a alguien como cálida y amigable. Al mirarla ella me devolvió una mirada y me regaló una sonrisa coqueta mientras atendía a otras personas con delicadeza.


Salí de aquel lugar después de votar con la mente ocupada en ella, mientras buscaba la salida del colegio electoral me la encontré de frente, con su sonrisa y su magnética presencia. En ese momento pude mirarla, ella me entregó un folleto de su formación con una papeleta haciendo crecer mi deseo con cada segundo que pasé cerca de ella y cuando iba a decirle algo dos ancianos me la arrebataron. Me quedé mirando la papeleta y cuando la iba a tirar en una papelera pude leer su número de teléfono, escrito con el bolígrafo de su formación junto a su nombre compuesto. No pude resistir la tentación así que decidí incluirla en la agenda de mi teléfono. Al llegar a casa decidí mandarle el primer mensaje, solo un emoticono de una cara feliz y ella respondió "has sido lo mejor que ha pasado por aquí". Y el resto del día transcurrió con mensajes cruzados, cada vez subiendo el atrevimiento y la temperatura.


La noche llegó y mi mente solo podía pensar en ella. No podía sacarla de mi cabeza, tenía que verla de nuevo, sentir su presencia de nuevo y sabía que esa oportunidad no podía dejarla pasar como ya había ocurrido en otras ocasiones. Empecé a pensar como redactar ese mensaje pero antes me llegó uno de ella diciendo que la rescatara y la llevase a su casa lo antes posible. Un calambre de excitación recorrió mi cuerpo e iba en aumento mientras iba en dirección a mi coche.


Allí estaba ella cansada y exhausta, con la ropa desdibujada por una jornada interminable, con cajas de folletos y mirando el móvil en esa noche a punto de llover. Me acerqué y en tono bajo pronuncié su nombre completo en esa noche oscura y húmeda por la lluvia. Me volvió a mirar con su mirada atractiva, juguetona y a la vez que cansada. Con rapidez se dirigió a mi coche fijándome en como se movían sus caderas con un paso cansado, le abrí el maletero para que dejara sus cajas, su paraguas y también algún suspiro de cansancio para dejarlo allí encerrado mientras me enamoraba de la curva de su pálido cuello.


Salimos corriendo del lugar mientras las gotas de lluvia caían sobre nosotros. Nos metimos en el coche seguía sus indicaciones bajo esa terrible lluvia que se había desatado en aquella noche y ante la imposibilidad de seguir por la poca visibilidad decidimos aparcar. De repente, ella se acercó a mí y como si una arrebatadora urgencia se hubiera desatado me besó, fue algo tan natural en ese momento que los dos nos dejamos llevar por la pasión, besándonos y acariciándonos sin parar. Nos empezamos a desnudar como pudimos y seguimos besándonos y acariciándonos, explorando nuestros desconocidos cuerpos.


Nos entregamos al placer sin pudor, nuestros cuerpos desnudos enredados en una danza erótica salvaje. Las caricias se intensificaron a medida que nuestras ropas iban desapareciendo. Los latidos de nuestros corazones se aceleraron hasta que parecía que podían salirse de nuestro pecho, y las sensaciones que recorrían cada parte de nuestro ser eran tan intensas que nos dejaban sin aliento. Nos tocamos con delicadeza y desesperación a partes iguales, descubriendo los secretos de nuestro cuerpo como si no hubiera un mañana.


La sensación de placer era cada vez mayor sentada sobre mi, te movías en dos direcciones de manera fluida y a tres velocidades de intensidad como el limpiaparabrisas que seguía conectado haciendo su trabajo limpiando el cristal con ese cielo encapotado y lluvioso. No olvidaste que estábamos en los dominios del coche y tu vergüenza ante los espejos la borraste tapando con las braguitas el espejo retrovisor del interior y con una determinación que antes no había conocido agarraste mi cabeza poniendo tus pezones pequeños, duros y fríos en el interior de un boca junto a una lengua que quería que encontraran un lugar cálido en mi boca, generando gemidos y suspiros que se mezclaron con el sonido de la lluvia.


El placer iba en aumentando, se iba convirtiendo en intenso, adictivo y hasta doloroso cuando nuestros cuerpos se apretujaban y retorcían buscando las posturas adoptadas en ese espacio tan pequeño del coche. En la pequeña intimidad del coche nuestras respiraciones se entrelazaban en un ritmo frenético que iban empañando los cristales mientras nuestro placer iba creciendo. Mientras las manos se deslizaban por debajo de la poco ropa que no pudimos quitarnos, buscando los contornos y profundidades de nuestro cuerpo, acariciando y desabrochando al mismo tiempo y tirando la ropa por cualquier espacio de tu coche que parecía temblar bajo nuestros descubrimientos.


El repiqueteo de las gotas de lluvia se mezclaba con nuestros gemidos de placer, con mis manos apretujando tus caderas contra mi cuerpo con una fuerza que rayaba la violencia y con cada embestida suya siguiendo el ritmo del limpiaparabrisas. Fue en ese espacio tan estrecho donde llegaste al disfrute final con un grito ahogado aferrándome con demasiada fuerza con tus manos fuertes que casi traspasaron mi piel. Después, con habilidad, maestría y una mirada intensa te encargaste de mi miembro resbaladizo por tu humedad hasta hacerme correr ante tus ojos, manchando y dejando huella en su ropa, mientras la lluvia y el limpiaparabrisas se seguían escuchando de fondo, yo enredaba mis dedos en su largo pelo mientras seguías regalándome la primera mirada que tuve de ella.


Con las piernas sobre el salpicadero cogiste las braguitas que tapaban el espejo y te las empezaste a deslizar con dificultad por sus muslos aun humedecidos. Ahora en el reflejo del espejo se observaba de nuevo tu sonrisa de complicidad que se podía traducir de que esto no había acabado aun y que continuara conduciendo hasta tu casa.

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