martes, 9 de mayo de 2023

Café con y sin hielo

La tensión sexual entre nosotros había sido palpable desde el primer día en que nos conocimos. Siempre había sido un juego peligroso, pero aquella tarde tomando un café, la tensión se había vuelto casi insoportable, con miradas que habían recorrido el uno al otro y silencios que fabricaban fantasías con cuerpos desnudos.    


Era un juego peligroso y cuando una taza de café se derramó y manchó el platillo, sabíamos que era la señal de ir a un lugar más privado, más íntimo y hasta más oscuro para saciar la curiosidad y entregarnos son límites e inhibiciones.  Los hielos no habían conseguido enfriar el ambiente lo suficiente o simplemente pasaron a ser cómplices.


Una vez a solas, el juego y el ambiente se volvió cada vez más electrizante mientras los cuerpos se acercaban. Se intensificó con unos labios, que en vez de besar, mordían el poco autocontrol que quedaba y que con la ayuda de manos expertas, entrenadas en dar placer nos ayudaban a empotrarnos contra una pared dura, rompiendo con la diplomacia de la contención que se desbordaba sin límites siguiendo una perfecta sincronía en una tarde del caluroso mes de Mayo con sabor a café. 

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